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Martes, 27 de Julio de 2004 12:39

Los cementerios musulmanes de Qurtuba, nuevo título del Servicio de Publicaciones de la UCO

G.C. - C.M.
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El estudio de la Qurtuba islámica constituye sin duda uno de los temas más recurrentes, desde el comienzo del pasado siglo, en la historiografía local. Estos trabajos, basados, en un primer momento, en los datos aportados por los textos escritos, se han visto reforzados por los trabajos arqueológicos desarrollados en los últimos años, configurando una nueva panorámica de la ciudad y su funcionamiento. A contribuir a este enriquecimiento viene la obra "Los cementerios musulmanes de Qurtuba", editada por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba en colaboración con la Delegación de Cultura de la Diputación, que recoge la memoria de licenciatura realizada por Maria Teresa Casal en el marco de los trabajos de colaboración que se llevan a cabo entre el Seminario de Arqueología de la UCO y el Área de Arqueología de la Gerencia de Urbanismo.

Los cementerios musulmanes solían ubicarse en el exterior del recinto amurallado de la medina, cercanos a las puertas de la ciudad y a los caminos que partían de ellas. Esta localización continúa la tradición de culturas anteriores lo que produce en muchas ocasiones una superposición de espacios funerarios de diversos periodos históricos. Así en Córdoba ciertos cementerios musulmanes se sitúan en áreas funerarias ocupadas anteriormente por necrópolis romanas (caso de los enterramientos del paseo de la Victoria, los de la Plaza de Colón o los de la Avenida del Campo de la Verdad).

La posibilidad de enterrarse en el interior de las murallas exigía determinados privilegios que poseían exclusivamente algunos personajes de alto rango y miembros de la familia real. Estas sepulturas se disponían, a modo de mausoleos o panteones, entre jardines que reflejaban la visión musulmana del jardín paradisíaco y que constituían un elemento representativo del poder económico social, religioso y político en las ciudades donde se construían.

En lo que se refiere a su denominación los cementerios tomaban su nombre de la puerta o elemento arquitectónico más cercano, de su fundador (que con tal acto obtenía prestigio y beneficios para la vida en el Más Allá) o de los colectivos que en ellos se enterraban. Eran lugares abiertos, sin muros delimitadores, donde las tumbas se disponían una junto a otra, sin orden aparente, dejando entre ellas pequeños espacios para las visitas y oraciones. Muchas veces se disponían alrededor de mausoleos de personajes destacados o santos y, cercanos a ellos solía haber alguna mezquita donde se realizaban las oraciones fúnebres.

La tumba viene a ser una puerta entre lo divino y lo humano.No debían ser más profundas que la cintura de un hombre y debían cavarse en la misma tierra, cubriéndose con ladrillos o piedras. El cadáver, envuelto en un sudario, se depositaba, desprovisto de ataúd, orientado en ángulo recto con la quibla de La Meca y con el rostro dirigido hacia ella, en decúbito lateral derecho con las piernas ligeramente flexionadas y los brazos recogidos hacia delante sobre la región púbica. Los enterramientos debían ser individuales y sin ajuares funerarios, si bien todas estas características presentan excepciones y van evolucionando a lo largo del tiempo.

Las fuentes escritas indican que en Córdoba existían en el siglo XI diecisiete cementerios, que, más o menos, se ajustan a las características descritas y cuya creación, traslado y desaparición va produciéndose en función del desarrollo demográfico y urbanístico de la ciudad. La obra aporta numerosos datos acerca de todos ellos, recopilando informaciones procedentes de distintas actuaciones arqueológicas y analizando las sepulturas documentadas, con la finalidad de reunir los rasgos distintivos de cada una de ellas para desarrollar una tipología de las inhumaciones que se complementa con la compilación de los epígrafes funerarios de procedencia cordobesa que se conocen.