'Los asquerosos', de Santiago Lorenzo
- club-lectura
- Autor del tema
- Fuera de línea
- Administrador
Menos
Más
- Mensajes: 160
- Gracias recibidas: 4
5 años 3 meses antes #81
por club-lectura
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
'Los asquerosos', de Santiago Lorenzo Publicado por club-lectura
Lo primero que nos sorprende de este libro es su título (más adelante desvelaremos quiénes son “los asquerosos”), en contraste con su
bucólica portada
. Lo segundo es que un libro que se llama así y publicado por una editorial independiente como es Blackie Books, sea una de las revelaciones del año pasado, incluida en la mayoría de las listas de los libros más vendidos y leídos de 2018.
¿De qué va Los asquerosos? Para que os hagáis una idea, el resumen que nos ofrece su editorial es el siguiente: Manuel acuchilla a un policía antidisturbios que quería pegarle. Huye. Se esconde en una aldea abandonada. Sobrevive de libros Austral, vegetales de los alrededores, una pequeña compra en el Lidl que le envía su tío. Y se da cuenta de que cuanto menos tiene, menos necesita.
Podemos dividir el libro en dos partes: una primera en la que se nos presenta a Manuel, la vida que lleva en Madrid y sus escasas relaciones personales: sus padres no lo quieren, apenas tiene amigos, sus trabajos son precarios, le cuesta mucho relacionarse con los demás, y no digamos, con el sexo contrario, y su único amigo es su tío (que es, a su vez, el narrador de esta historia). Así pues, cuando, en defensa propia, le clava el cúter en su portal a un policía antidisturbios, y, pensando que lo ha matado, tiene que huir con lo puesto y dejando los menos rastros posibles, nadie le echa de menos, y acude a este pariente suyo para que le ayude. A partir de aquí, su tío será su único lazo con el mundo. Huye a un pueblo abandonado y se instala en una casa cerrada en la que apenas encuentra nada, pero eso sí, lo poco que encuentra le va a servir siempre para algo. Manuel es muy ingenioso y MacGyver a su lado es un mero aprendiz. El poco tiempo libre que le queda, después de hacer sus múltiples tareas diarias para subsistir, lo dedica a pasear y a leer una colección de libros Austral que los antiguos dueños de la casa se dejaron allí. Comienza alimentándose de una compra básica mensual que su tío le hace en el Lidl y que un repartidor le deja en la puerta sin sospechar que allí vive nadie, pero se va adaptando al medio perfectamente, y cada vez necesita menos para vivir (la visión de la higiene personal como prescindible, es, cuanto menos, curiosa). Por supuesto que todo esto contrasta, y mucho, con la sociedad en la que vivimos, no solo la urbana, sino incluso la rural, porque el consumismo ha llegado a todos sitios, y, con internet, a los lugares más recónditos. Sin embargo, en este aspecto, no vemos a Manuel como un “beatus ille”, ni leemos la novela como “un menosprecio de corte y alabanza de aldea”, sino que, como dice el autor: “es un tío que ensaya una forma de estar en el mundo que asusta bastante y al tío le sale bien”. Pero lo que a Manuel le gusta realmente de esta forma de vida es la soledad, la soledad libremente escogida, el no tener que dar cuentas a nadie, el poder hacer cosas sin pensar en las consecuencias, porque no hay nadie a quien afecten estas consecuencias.
Hasta que llegan los “mochufas” (palabra onomatopéyica inventada, que designa a los que llegan a la aldea procedentes de la ciudad, irrumpiendo como elefantes en una cacharrería), y con ellos entramos ya en la segunda parte. Un viernes aparecen unos coches llenos de gente (abuela, hijos, nietos… todo el clan familiar) que se instalan en la casa de al lado, previamente arreglada y acondicionada con todo lujo de detalles como “segunda residencia” para pasar los fines de semana. Se acabó la tranquilidad para Manuel, que se tiene que esconder de viernes a domingo (no olvidemos que es un prófugo de la justicia) y que tiene que aguantar todos los ruidos y voces de los domingueros que van en busca de “calidad de vida” y “desconexión”, a la vez que se hacen veinte selfies para subirlos a Instagram. Aquí sí que hay una crítica social muy dura, pero muy divertida hacia la sociedad actual.
Haciendo uso de su ingenio y de su faceta de manitas, Manuel planea una venganza cruel y sádica hacia los mochufas, excesivamente sádica diría yo (“mejor expresarlo en un libro que ponerlo en práctica”, dice su autor), minuciosa y muy bien planeada para que todas sus comodidades en la casa de campo se vuelvan contra ellos. Pero llegará el momento en que, por un fallo (el primero que tiene en todo el libro, porque todos los detalles los ha cuidado al máximo sin dejar ningún cabo suelto), lo descubran y entonces…
La novela destaca por su argumento, por su sentido del humor y por su lenguaje y estilo, a veces un poco redichos, y que quizá nos choquen al principio, pero que luego se integran como un elemento más en la historia, llegando a formar parte indiscutible de ella. Santiago Lorenzo se considera a sí mismo, en este sentido, un repollo natural, y escribe como quiere sin pensar en los lectores (“como puedo hacer lo que me da la gana, me quedo tan desahogado”). Quizá por eso no sea un escritor muy conocido (hasta ahora), aunque esta no sea ni mucho menos su primera obra. Con argumentos a priori tan divertidos como el de la novela que hoy leemos (por ejemplo Los millones, que trata de uno del GRAPO a quien le toca la Primitiva y no puede cobrarla porque no tiene DNI), también ha sido y es cineasta (quizá alguno haya visto su película Mamá es boba, también dotada de un humor muy sui géneris y que, después de leer alguno de sus libros, se entiende mucho mejor). Nacido en Portugalete en 1964, como su personaje, vive en un pueblo de Segovia, no abandonado, pero casi, y también predica la austeridad con el ejemplo. Concede pocas entrevistas, pero hace poco estuvo en Página Dos.
¿Quiénes son, pues, “los asquerosos”? Como habréis adivinado, los “mochufas”, por ejemplo, forman parte de ellos, y aunque “todos somos susceptibles de serlo, se refiere también a los caseros gorrones (como el de Manuel, aunque gracias a esa gorronería y a no tener conectadas las cámaras de seguridad del edificio, no lo pudieron identificar como autor de la agresión al policía), los funcionarios que golpean con exceso de celo y las empresas tramposas, por ejemplo”. A partir de ahí, la lista podría ser interminable, y cada cual puede engrosarla con su “asqueroso o asquerosa” particular (cuidado, que tú también puedes serlo).
Sentimos no poder dejaros unas páginas para que lo empecéis a leer, pero no están disponibles en la red. Lo que sí está es el libro en nuestra Biblioteca , y, por supuesto, en las librerías. Animaros a leerlo porque seguro que pasáis un buen rato.
¿De qué va Los asquerosos? Para que os hagáis una idea, el resumen que nos ofrece su editorial es el siguiente: Manuel acuchilla a un policía antidisturbios que quería pegarle. Huye. Se esconde en una aldea abandonada. Sobrevive de libros Austral, vegetales de los alrededores, una pequeña compra en el Lidl que le envía su tío. Y se da cuenta de que cuanto menos tiene, menos necesita.
Podemos dividir el libro en dos partes: una primera en la que se nos presenta a Manuel, la vida que lleva en Madrid y sus escasas relaciones personales: sus padres no lo quieren, apenas tiene amigos, sus trabajos son precarios, le cuesta mucho relacionarse con los demás, y no digamos, con el sexo contrario, y su único amigo es su tío (que es, a su vez, el narrador de esta historia). Así pues, cuando, en defensa propia, le clava el cúter en su portal a un policía antidisturbios, y, pensando que lo ha matado, tiene que huir con lo puesto y dejando los menos rastros posibles, nadie le echa de menos, y acude a este pariente suyo para que le ayude. A partir de aquí, su tío será su único lazo con el mundo. Huye a un pueblo abandonado y se instala en una casa cerrada en la que apenas encuentra nada, pero eso sí, lo poco que encuentra le va a servir siempre para algo. Manuel es muy ingenioso y MacGyver a su lado es un mero aprendiz. El poco tiempo libre que le queda, después de hacer sus múltiples tareas diarias para subsistir, lo dedica a pasear y a leer una colección de libros Austral que los antiguos dueños de la casa se dejaron allí. Comienza alimentándose de una compra básica mensual que su tío le hace en el Lidl y que un repartidor le deja en la puerta sin sospechar que allí vive nadie, pero se va adaptando al medio perfectamente, y cada vez necesita menos para vivir (la visión de la higiene personal como prescindible, es, cuanto menos, curiosa). Por supuesto que todo esto contrasta, y mucho, con la sociedad en la que vivimos, no solo la urbana, sino incluso la rural, porque el consumismo ha llegado a todos sitios, y, con internet, a los lugares más recónditos. Sin embargo, en este aspecto, no vemos a Manuel como un “beatus ille”, ni leemos la novela como “un menosprecio de corte y alabanza de aldea”, sino que, como dice el autor: “es un tío que ensaya una forma de estar en el mundo que asusta bastante y al tío le sale bien”. Pero lo que a Manuel le gusta realmente de esta forma de vida es la soledad, la soledad libremente escogida, el no tener que dar cuentas a nadie, el poder hacer cosas sin pensar en las consecuencias, porque no hay nadie a quien afecten estas consecuencias.
Hasta que llegan los “mochufas” (palabra onomatopéyica inventada, que designa a los que llegan a la aldea procedentes de la ciudad, irrumpiendo como elefantes en una cacharrería), y con ellos entramos ya en la segunda parte. Un viernes aparecen unos coches llenos de gente (abuela, hijos, nietos… todo el clan familiar) que se instalan en la casa de al lado, previamente arreglada y acondicionada con todo lujo de detalles como “segunda residencia” para pasar los fines de semana. Se acabó la tranquilidad para Manuel, que se tiene que esconder de viernes a domingo (no olvidemos que es un prófugo de la justicia) y que tiene que aguantar todos los ruidos y voces de los domingueros que van en busca de “calidad de vida” y “desconexión”, a la vez que se hacen veinte selfies para subirlos a Instagram. Aquí sí que hay una crítica social muy dura, pero muy divertida hacia la sociedad actual.
Haciendo uso de su ingenio y de su faceta de manitas, Manuel planea una venganza cruel y sádica hacia los mochufas, excesivamente sádica diría yo (“mejor expresarlo en un libro que ponerlo en práctica”, dice su autor), minuciosa y muy bien planeada para que todas sus comodidades en la casa de campo se vuelvan contra ellos. Pero llegará el momento en que, por un fallo (el primero que tiene en todo el libro, porque todos los detalles los ha cuidado al máximo sin dejar ningún cabo suelto), lo descubran y entonces…
La novela destaca por su argumento, por su sentido del humor y por su lenguaje y estilo, a veces un poco redichos, y que quizá nos choquen al principio, pero que luego se integran como un elemento más en la historia, llegando a formar parte indiscutible de ella. Santiago Lorenzo se considera a sí mismo, en este sentido, un repollo natural, y escribe como quiere sin pensar en los lectores (“como puedo hacer lo que me da la gana, me quedo tan desahogado”). Quizá por eso no sea un escritor muy conocido (hasta ahora), aunque esta no sea ni mucho menos su primera obra. Con argumentos a priori tan divertidos como el de la novela que hoy leemos (por ejemplo Los millones, que trata de uno del GRAPO a quien le toca la Primitiva y no puede cobrarla porque no tiene DNI), también ha sido y es cineasta (quizá alguno haya visto su película Mamá es boba, también dotada de un humor muy sui géneris y que, después de leer alguno de sus libros, se entiende mucho mejor). Nacido en Portugalete en 1964, como su personaje, vive en un pueblo de Segovia, no abandonado, pero casi, y también predica la austeridad con el ejemplo. Concede pocas entrevistas, pero hace poco estuvo en Página Dos.
¿Quiénes son, pues, “los asquerosos”? Como habréis adivinado, los “mochufas”, por ejemplo, forman parte de ellos, y aunque “todos somos susceptibles de serlo, se refiere también a los caseros gorrones (como el de Manuel, aunque gracias a esa gorronería y a no tener conectadas las cámaras de seguridad del edificio, no lo pudieron identificar como autor de la agresión al policía), los funcionarios que golpean con exceso de celo y las empresas tramposas, por ejemplo”. A partir de ahí, la lista podría ser interminable, y cada cual puede engrosarla con su “asqueroso o asquerosa” particular (cuidado, que tú también puedes serlo).
Sentimos no poder dejaros unas páginas para que lo empecéis a leer, pero no están disponibles en la red. Lo que sí está es el libro en nuestra Biblioteca , y, por supuesto, en las librerías. Animaros a leerlo porque seguro que pasáis un buen rato.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Por favor, Identificarse o Crear cuenta para unirse a la conversación.
Tiempo de carga de la página: 0.105 segundos